Al final de un ilusorio momento,
(cuando cesa de bailar en tu corazón la maravilla)
se dejan palabras profundas,
como ese suspiro de niño,
al terminar de escuchar un cuento.
Ese final de la primera huella en el monte;
de la alegría, que se ahogaba en un vaso de licor,
que naufragaba entre besos,
y que moría en la primera palabra de amor.
Ese ilusorio momento:
como la sonrisa de la madrugada
en el insomne enamorado
que correspondía con aires de ebriedad al fresco olor de la mañana
ese suspiro febril, por los viejos años,
que apaga las anacrónicas velas
de nuestra nostalgia.
Esa amarga saliva,
esa débil melancolía del otoño
Ese papel que se arruga dentro de tu puño,
cuando tu corazón desesperado
busca resucitar con mi latido.
se quedan, un lugar, una escritura,
y una estrella feliz del ayer, muy solas,
se pondrán tristes cuando se haga de noche
y no nos encontremos.
Y yo esté por una tiniebla,
y tú, bajo un arco iris muy lejos;
y hasta el tiempo se pondrá triste
como un hilo rosado,
pequeño y solitario,
sobre el gris de mi chompa.
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