lunes, 26 de septiembre de 2011

Yo quería tocar la campana



 
Quería sentir la orfandad
de sus intensos sonidos,
quería entristecerme
con el golpe de su tiempo.

Yo quería conocer ese opaco color del abandono,
que fuera una canción de penas inservibles
la que tanto extrañé como nube
y me sonría como un cielo.

Yo quería asir el pasado,
colgándome tierno de su soga,
conocer ese pasado que se derrumba
en un suspiro,
que rebalza de tu sueño.
 
Yo quería tocar la campana,
sacudir a los fantasmas,
celebrar el onomástico de la estrella
de los miedos.

 Quería que los tesoros olvidados
hicieran parir a los baúles.

Que su tañido fuera un himno de “te quieros”,
quería que bailen en ese grave grito
de relentes, y de noche,
que el agónico reflejo del amor
me comparta una sonrisa y el olor a maravilla
de la simpleza de algún rústico perfume.

Yo quería alegrar con vientos insurrectos
a los fantasmas,
que del sonido de mi campana
se escriba en las paredes desoladas
de esos recintos que se olvidan,
de esos recintos que se extrañan.

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