Yo no he oído a ningún gaucho usar la palabra “pampa”, eso
pertenece a la mitología urbana tejida por hombres de ciudad.
J. L. Borges
Ese aprender a nacer de la nostalgia,
desde tus inocentes melancolías,
que aceleran en mi latido nocturnal
como un absurdo amante
en tu remoto verdor.
Ese pensamiento de nube,
toda de azúcar su densidad
acariciada por cometas de papel fugitivo,
insuflado por el viento temerario de la tarde,
renace, en las estrellas transparentes, que
titilan en mi mirada.
Ese destino que era un barquito de lata,
naufragando en las acequias,
por el agua marrón de tu desventura.
Los niños corriendo tras un barquito,
siguiendo, también, a una rueda
de rústico caucho,
con un alambre y una esperanza.
Los niños que jugaban al azar con las piedras,
que modelaban princesas con las nubes,
que fumaban de las raíces de los espinos,
que buscaban girasoles
para contrastarles el color
Ese destino de tierra que borra los pasos,
que los hunde en los surcos aciagos del olvido,
ese destino que a tu cuerpo de barro
le dio la vida con penas,
se renueva como la historia que vive,
levitando sobre troncos caídos,
mirando el desaforado crepúsculo
en que renace cristalina la historia
como un manantial escondido
en tu cuerpo de primavera.
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